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Del árbol caído no se hace leña

Y por eso continúan reduciendo cualquier señal de disidencia. Acá nunca hubo lealtad, sino servilismo; y lo peor que puede pasarle a un empleado en una autocracia es que su amo le llame traidor y lo despida.

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En estos días, hemos sido testigos de una especie de purga entre los seguidores de la dictadura; los bandos se han agudizado y más de alguno ha empezado hasta a amenazar al antiguo aliado, porque lo considera seguramente de la facción contraria.

Esta tendencia al insulto y a la agresividad verbal no son nuevos contra quienes ellos consideran adversos al régimen de facto que gobierna al país. Por años, aun durante el período constitucional del entonces presidente bukele, la descalificación hacia quienes no opinaban igual fue el mejor de los escenarios, como el encarcelamiento y la muerte, por el régimen de excepción, fue el peor. Más de cien mil salvadoreños, muchos inocentes, han sido detenidos sin juicio ni sentencia, condenados acaso por una denuncia anónima, a una cadena perpetua, en donde desapareció la presunción de inocencia y en donde los seguidores de la dictadura claman por el encierro de cualquiera, cuyo único crimen sea disentir por la carencia de leyes, y anhelar la democracia.

Y en ese escenario, para enardecer a las masas y conseguir que la mayoría crea como ciertas las patrañas de un gobierno que engaña a su pueblo, asegurando que este es un país del primer mundo, fue importante la contratación de un verdadero ejército de propagandistas, “yutuberos”, y pseudo periodistas. Y son ellos quienes desde los canales de radio y televisión, igual que desde el panfleto creado por la tiranía para alabar al régimen, y desde sus múltiples periódicos digitales y canales alternativos, han aplaudido todo lo que el gobierno publicita, y han descalificado con saña a los contrarios.

Esa fue siempre la tendencia. No podemos olvidar por significativo, la primera asistencia a la Asamblea anterior, por parte del entonces presidente, y cómo este, al referirse a los legisladores de otros partidos, los llamó entre burlas con el epíteto de “insignificantes” y “los de la esquina”, dando inicio a un sinnúmero de insultos que se han mantenido desde entonces.

Así, desde la ascensión del gobierno, aquellos que no se pliegan a los abusos de la dictadura han sufrido de la maleficencia, de innumerables amenazas, e incontables agresiones verbales. Está prohibido criticar y nadie puede siquiera cuestionar los excesos. Si el opresor decide comprar, por ejemplo, un helicóptero, no de cinco, sino de doce millones, solo para transportarse o llevar a su familia de paseo a su playa privada, o de compras fuera del país, nadie debe siquiera mencionarlo. No importa que los salvadoreños más pobres no tengan que comer, ni escuelas ni hospitales; el oropel, la fanfarria y la jactancia son lo único que a estos descarados les interesa.

Y por eso continúan reduciendo cualquier señal de disidencia. Acá nunca hubo lealtad, sino servilismo; y lo peor que puede pasarle a un empleado en una autocracia es que su amo le llame traidor y lo despida.

Y todo parece indicar que es eso lo que pasó recientemente, cuando un dizque periodista “independiente” reprodujo una noticia que molestó al señor Castro, el presidente de la Asamblea, provocando que este último se expresara con mofa del comunicador, e hiciera exactamente lo mismo que siempre hace con los opositores: descalificarlos e insultarlos.

Lo dramático fue la respuesta del supuesto presentador: Parecía que lloraría en el video que él mismo promovió. Le pidió perdón al, y cito, “excelentísimo licenciado don Ernesto Castro”, y mientras continuaba excusándose con insistencia, dijo que estaba en tratamiento psiquiátrico por la terrible prueba que estaba viviendo.

Esto de manera alguna es una burla; por el contrario, aun cuando este personaje ha contribuido reiteradamente en la difamación de los que él considera enemigos del gobierno, y junto con su compinche del viernes vilipendia a cualquiera, entiendo perfectamente lo que él debe estar sintiendo. No, querido lector, no era tristeza lo que le hacía casi llorar, ...era miedo. Este señor sabe lo que pudiera significar caer en desgracia de los jerarcas del régimen, y aparentemente, siempre le resultó mucho más cómodo poner en peligro a otros, que meterse él en ese pellejo; y hoy, sin quererlo, podría terminar siendo uno de tantos chivos expiatorios.

No le deseamos el mal a nadie. Al contrario, hemos luchado siempre por que nuestra patria vuelva a vivir en democracia, y hemos combatido no a las personas, sino a la perversión con la que algunos han actuado. No sé si este periodista fue sincero en su comunicado, al invocar al Todopoderoso; pero si lo fue, veremos un cambio en su actitud, la que hasta hoy ha sido genuflexa hacia una tiranía que escupe sobre la libertad y la decencia.

Hoy le ha tocado estar por unos minutos en los zapatos de tantos a los que ha ofendido, llevando entrevistas tendenciosas, con el ánimo muchas veces exclusivo de ofender.

Pero lo repetimos, si es sincero, estamos seguros que Dios le escuchará, y nada malo ha de ocurrirle; y es que el verdadero periodismo no consiste en quedar bien con los poderosos, sino en decir y comunicar la verdad. Pero si está profiriendo el nombre del Señor en vano, y solo lo usa para provocar compasión, la mano justiciera del Altísimo lo señalará.

De nadie caído nos burlamos. Creemos por el contrario, que todos estos hechos nos acercan cada vez más a la recuperación de nuestro muy querido país. Porque Dios SÍ está aquí.

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