Antes de volver a la Casa Blanca, Donald Trump amenaza a diestra y siniestra con imponer aranceles y menciona directamente a México, China y Canadá. Sin embargo, la respuesta de estos países muestra que no logra intimidar y, en cambio, encuentra la determinación de que le pagarán con la misma moneda.
A nadie debe extrañar que Donald Trump agite el ambiente doméstico e internacional antes de volver a la Casa Blanca y sentarse de nuevo en el escritorio de la Oficina Oval, en donde ha prometido “sancionar” con aranceles más elevados a productos de México, China y Canadá, en respuesta a lo que él considera “prácticas comerciales desleales” de estos países hacia Estados Unidos.
La amenaza hace recordar lo que hizo en su primer período, cuando impuso este este tipo de medidas a la poderosa China de Xi Jinping, quien no se dejó amedrentar y respondió de forma parecida, provocando un choque entre las dos economías más grandes del mundo, con resultados adversos para ambos bandos,
La respuesta lógica a una acción de esta naturaleza por parte de Trump, causa una respuesta similar de estos países, lo que quiere decir que los estadounidenses pudieran ver un encarecimiento de los productos provenientes de los tres países, que no son poca cosa en los mercados de Estados Unidos.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tras escuchar las amenazas del futuro presidente de EEUU, “tomó el rábano por las orejas” –como decimos en Latinoamérica–, y conversó telefónicamente con el magnate-presidente, a quien le dijo que una guerra de aranceles “no trae nada bueno para ninguno de nuestros países”. Una forma de decirle que sí cumple su promesa, ella hará lo propio con los productos del vecino del norte. Pero ella recordó que, además, se afectará a la industria estadounidense que opera en México por la protección del tratado comercial de Norteamérica.
Una respuesta parecida ha enviado China por medio de su embajada en Washington: “Nadie ganará con una guerra arancelaria”.
Los analistas advierten que, en el caso de México y Canadá, los efectos podrían llegar, además, al plano legal, tomando en cuenta que está vigente el tratado conocido como T-MEC. En todo caso, la amenaza está sobre la mesa, aunque habrá que esperar qué sucede después del 20 de enero, cuando se produzca el relevo de republicanos por demócratas en el que sigue siendo el país más poderoso del mundo… pero necesita de socios comerciales, aunque no lo quiera reconocer el presidente electo.
La prensa estadounidense destaca que una guerra de aranceles puede golpear fuertemente a los consumidores de ese país, que sentirían un incremento de precios en todos los productos importados, mientras que los productores, no solo perderían mercado al responder cada país con aranceles más altos, sino que muchos de ellos, dependientes de manufactura china, verían encarecer su línea de producción.
La impresión de algunos analistas es que Trump habló “demasiado y antes de tiempo”, pero bien podría ser una estrategia suya para negociar en mejores condiciones, aunque Xi Jinping y Claudia Sheinbaum, ya mostraron que no se dejan intimidar por el discurso del agresivo futuro presidente y que sabrán ser firmes.
Producto de la primera guerra arancelaria con Trump, China ha trabajado intensamente los últimos cuatro años en la apertura y ampliación de mercados. Ha puestos sus ojos en Latinoamérica, en donde casi ha duplicado sus exportaciones e importaciones, pero también ha crecido su presencia en los países de la Unión Europea.
Bueno, esta podría ser la primera guerra que deba librar Trump. Por el momento pareciera que no ha amedrentado a chinos, mexicanos ni canadienses, pero sí ha mostrado un poco lo agitado que será su mandato, pues la prepotencia de ser la Nación más poderosa del mundo puede ser mala consejera
La respuesta inicial de estos países, advirtiendo de “consecuencias” si estalla la guerra arancelaria, hace pensar que la falta de prudencia en sus discursos y amenazas expone a Trump, quien, suponemos, pensó que sus palabras amedrentarían a sus “oponentes”. Nada de eso sucedió y ahora queda ver si de las palabras se llega a las acciones. La verdad es que, de suceder, esa guerra no dejará a ningún ganador.
Donald Trump tiene muchos frentes abiertos antes de sentarse en el despacho presidencial. El tema de inmigración provocará tensiones, las guerras de Ucrania y Medio Oriente demandarán su atención de forma quirúrgica, la Unión Europea (UE) y la OTAN esperan una definición sobre el futuro de sus relaciones, mientras que su “amigo” norcoreano, Kim Jong-un, seguirá con sus juegos retadores.
Este es una partida de ajedrez geopolítico al más alto nivel, en el que un mal movimiento puede provocar muchos dolores de cabeza a Donald Trump, pero también al pueblo estadounidense. La promesa de “hacer América grande otra vez”, puede traer más costos que beneficios.
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