Alfonso Signorini retrata la vida de la “primadonna assoluta”, María Callas. Todas sus sombras, su éxito y su declive en una biografía novelada que atrapa de principio a fin.
El nombre de María Callas evoca al éxito, a la música, al bel canto, a teatros llenos, a dinero, yates, amores y mucho glamour; pero detrás de todo había una niña que fue discriminada por su propia madre y explotada por ella hasta el cansancio.
Alfonso Signorini en “La vida de María Callas. Tan fiera, tan frágil” (Lumen, 2023) retrata la vida de la gran primadonna; el escritor tuvo acceso a su correspondencia privada y narra desde su infancia en Nueva York hasta su muerte en París.
Signorini recorre las calles, los teatros, las clases de interpretación, los amores y las venganzas que rodearon a esta mujer que se hizo a sí misma, a pesar de y contra todo pronóstico.
María fue una niña sola, discriminada en su propia casa y maltratada por su madre, que le achacaba no ser igual de linda que su hermana mayor. Nacida de inmigrantes griegos, para la madre era “gorda y fea”; su consuelo era su padre, que le prestaba atención, pero pasaba de lleno en la botica de la familia que era el sustento de casa.
María escapaba encerrada en su cuarto, gracias a los recuerdos de su hermano fallecido y la música. Cantaba y cantaba, hasta que una vez lo hizo tan fuerte que su madre y su hermana comprendieron su don y con ese descubrimiento llegó la codicia y el rencor.
Llegó el “crash” del 29 y pocos años después,la madre se lleva a sus hijas a Grecia a buscar un mejor futuro y a convertir a María en una gran cantante. Pero para llegar a ello tenía que romperla y la ofreció para cantar en bar de marineros de mala muerte, con apenas 13 años y así empezó la leyenda de la “Bella María”.
“No, no era bella, pero todos la llamaban así. Porque todos, hasta los espíritus más vulgares se daban cuenta de que cuando aquella muchacha de trece años empezaba a cantar, ocurría algo misterioso, hipnótico. María se transfiguraba... Y esto la hacía hermosa. La muchacha más hermosa de Atenas”.
Lo demás es historia, recibió clases de canto e interpretación en el conservatorio de Atenas, conquistó el país de sus padres; dio el salto a Italia y también la conquistó, con la Scala de Milán a sus pies, llegó el Metropolitan de Nueva York y se propuso no solo conquistar todos los teatros del mundo, sino llegar al mismo “Olimpo”.
Ya era solo La Callas. En uno de esos viajes de trabajo y estando casada con un industrial italiano que le manejaba su agenda, conoció al hombre que la marcaría para siempre: Aristóteles Onassis, uno de los hombres más ricos del mundo.
El primer viaje de invitada en el yate Christina marcaría su vida para siempre, para bien y para mal; conocería el amor, los celos enfermos, la violencia, la dependencia que duraría toda su vida.
Signorini, no guarda nada de aquellos viajes a Skorpios, del escándalo del divorcio, pero sobre todo de la gran noticia de la boda de Onassis con Jackie Kennedy “el matrimonio maldito”, del desconsuelo de la Callas, del volver y volver a los brazos de Onassis cada vez que él quería y que él podía.
Del gran secreto que guardaron y que acompañó a María hasta el día de su muerte, cuando ya su voz se había apagado y de su última voluntad: que sus cenizas fueran esparcidas en el mar Egeo para estar cerca de Onassis. “Le abrazaré a través del mar... Será una manera de volver a casa, eternamente unidos”.
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